Érase una vez, en la antigua Grecia, vivió un chico tan, pero tan inteligente, que podía responder todos los acertijos del mundo. Se llamaba Edipo, y le encantaba ir de pueblo en pueblo, leyendo los libros que contaban su historia, y pidiendo a los ancianos que le dijeran acertijos y adivinanzas.
-Donde tienes que ir es a Tebas -le dijo un anciano que ya no se sabía más acertijos y que estaba harto de que Edipo le preguntase cada día si había recordado uno nuevo.
¿A Tebas? -respondió Edipo- ¿Por qué? ¿Acaso hay una biblioteca enorme?
-Mejor, hay un monstruo que no deja entrar a nadie a la ciudad, a no ser que responda a una adivinanza. ¡Hace años que nadie puede entrar!
Edipo encontró así un nuevo reto. Preparó su mochila con algunos libros y ropa limpia, y pasó una semana entera caminando por el desierto. Durante su viaje conoció a muchas personas que le regalaban acertijos, pero ninguna podía decirle qué era lo que preguntaba el monstruo de Tebas. Cuando llegó por fin se encontró con una cola llena de personas esperando poder contestar bien la pregunta del monstruo. Edipo esperó pacientemente a que, uno a uno, volvieran a alejarse, porque no podían responder a la pregunta. Cuando faltaban cinco personas para que fuese su turno, por fin pudo ver al monstruo. Era una mujer hermosa, con cuerpo de león y alas.
-No es tan monstruosa como me lo imaginaba -dijo en voz baja, y el hombre que tenía frente a él en la fila le miró-.
-El problema no es que sea fea -le dijo- Yo vivía en Tebas hace años, pero un día llegó ¡y ya no pude volver a entrar! Quiero ir a mi casa, seguro que mi mujer está preocupada. Le dije que iba un momento a comprar y todavía no pude volver.
-No se preocupe. Yo voy a resolver el acertijo -dijo Edipo, seguro de ser lo suficientemente inteligente-
Cuando por fin fue su turno, Edipo miró a la mujer, que, después de mirarlo durante unos segundos en silencio, por fin habló:
-Uno nuevo. Bien, hace tiempo que le digo el acertijo siempre a los mismos. Mi nombre es Esfinge, ¿estás listo para no poder responder?
-Pregunta lo que quieras -dijo Edipo, confiado-.
-Bien -Esfinge sonrió, segura de que Edipo no podría responder-, aquí está el acertijo: ¿Cuál es el animal que, por la mañana camina a cuatro patas, por la tarde en dos patas y por la noche en tres?
Edipo empezó a darle vueltas a la cabeza. ¿Un perro? ¿Un conejo? ¿Hay algún animal con tres patas?
Y Perseo vivió muchas aventuras. Luchó contra monstruos que daban mucho, mucho miedo, ¡incluso salvó a una princesa! Puedes leer sus cuentos aquí y aquí.
-¿Cuántas oportunidades tengo? -preguntó Edipo, algo nervioso-
-Las que quieras, como todos los demás. Total, no pienso irme de aquí
El chico se sentó en el suelo, y pasó horas pensando. Los hombres que esperaban en la fila empezaron a irse uno a uno, cansados de esperar. Cuando casi era de noche, por fin respondió:
-¿Un perro? -respondió sin estar muy seguro-
-¿Un perro? Claro que no es un perro. Los perros tienen cuatro patas, no dos ni tres. Incorrecto.
-Entonces… Un flamenco.
-No. Un flamenco tiene dos patas. Y a veces solo usa una para ponerse de pie. No tiene ni tres ni cuatro. Incorrecto.
-Es muy difícil, no es justo -se quejó Edipo-.
-Eso es lo divertido. Que nadie pueda responder y nadie entre a la ciudad. Así es como me divierto yo -le contó con una sonrisa- Voy de ciudad en ciudad y no dejo pasar a la gente por años. Puedes irte y contestar mañana. No me voy a mover de aquí.
Edipo se fue a descansar, aunque no pudo dormir. Siguió pensando la respuesta al acertijo, pero todos los animales que se le ocurrían tenían o dos o cuatro patas, no las que preguntaba Esfinge. Estaba cansado, pero cuando salió el sol fue otra vez a la cola. Y pasó todo el día esperando, pensando y recordando todo lo que había leído en los libros. Cuando le tocó otra vez a él, le dijo a Esfinge:
-Ya sé la respuesta.
Y Perseo vivió muchas aventuras. Luchó contra monstruos que daban mucho, mucho miedo, ¡incluso salvó a una princesa! Puedes leer sus cuentos aquí y aquí.
-¿Ah si? -dijo ella- Dímela.
-El humano. Por la mañana puede referirse a cuando es un niño, y camina gateando. Después crece, y en el atardecer que dices, camina con las dos piernas. Y cuando anochece se refiere a cuando es anciano. Entonces camina con las piernas y se ayuda con un bastón para no caerse.
Esfinge se lo quedó mirando, enfadándose cada vez más a medida que Edipo hablaba. Cuando terminó con su respuesta ella suspiró.
-Es correcto. Puedes pasar. Pensaba que había creado un acertijo que nadie podría responder, pero veo que no se me da tan bien como pensaba. -Esfinge se bajó de la roca en la que estaba sentada y se acercó a Edipo- Voy a irme, pero a pensar en otro acertijo. Cuando se me ocurra uno mejor y más difícil, que ni tú puedas contestar, voy a volver.
Esfinge empezó a mover las alas y salió volando. Toda la fila festejó, y aquel hombre por fin pudo volver a su casa con su mujer. Edipo también pudo entrar, y decidió quedarse allí un tiempo. Todavía tenía muchas adivinanzas que resolver y muchos libros que leer por allí.